¿Y SI NOS HACEMOS LA VIDA MÁS SIMPLE?
Esther Iturralde
Life Coach Espiritual
Llevamos múltiples intentos tratando de balancear nuestra vida personal con la vida profesional, sería absurdo que te aconseje que te organices mejor, que te compres una agenda nueva para iniciar este año o que te levantes más temprano para hacer algún ritual mañanero adicional a todo lo que ya haces.
Muchas veces nos encontramos frustrados porque el balance de dos mundos se vuelve muy complicado, incluso casi inalcanzable cuando los mantenemos separados.
En la práctica, para muchos pareciera que tener la gran vida profesional que anhelamos nos lleva a tener que sacrificar algunas de nuestras relaciones más importantes, perdernos momentos especiales o en su defecto, terminar trabajando a deshoras para no fallarle a nuestros sueños y, si se nos pasa la mano, terminamos sacrificando nuestra salud.
En mi carrera como Life Coach, después de asesorar a múltiples personas ambiciosas y apasionadas que también cuentan con familias hermosas, hemos llegado a la conclusión de que llegar a un balance de dos mundos ajenos es prácticamente imposible y nos deja completamente agotados dando círculos: tratar, fallar, resentir y volver a comenzar.
Sin embargo, hay una alternativa que nos puede liberar y nos puede abrir la puerta a una nueva forma de vivir nuestros “días entre semana” y nuestros “fines de semana” por igual; se trata de la integración de ambos mundos, de entender que nuestra salud y nuestras emociones son integrales y que, por más que hagamos todos los esfuerzos por separar la vida de la oficina de la vida en la casa, siempre nos quedaremos cortos; o lo lograremos por etapas sin que sea sustentable.
¿Cómo se pueden integrar estos mundos?
Teniendo conversaciones conscientes, parece simple pero es un gran arte. Al compartir tu visión, tus metas y tus objetivos profesionales con la gente que amas, evitarás tener que ser la persona malhumorada con su celular en la comida familiar, o ser quien contesta aislado sus correos mientras todo el mundo en casa ve una película, y quien puede dejar su celular en la bolsa mientras cena con su pareja.
Imagina esto: cuando tenemos un problema con un proyecto que significa mucho para nosotros y las cosas van mal, tener una plática superficial o relajada es casi una tortura; tú crees que estás tratando de “dejar el trabajo para después” pero en realidad estás ausente aunque tu cuerpo esté presente.
En el mundo de los higher achievers, nos encontramos con personas que no tienen metas convencionales, sino son personas que están dispuestos a alcanzar sus sueños, elevar la barra del éxito en sus empresas y alcanzar objetivos retadores. Por supuesto, todo esto nos reta a pasar por un torbellino emocional de éxitos y fracasos aparentes en el camino a lograrlo, y esto impacta a nuestro sistema nervioso de la misma manera: con altas y bajas. Pretender que podemos desconectarnos de ese mundo al momento de entrar a casa es ingenuo; sin embargo, lo que sí podemos hacer, es involucrar a nuestras familias, parejas y amigos en nuestros objetivos, ideales y la visión que tenemos para todos.
Hacer partícipes a los demás de nuestras luchas abre a la empatía, el apoyo y la solidaridad de los nuestros reconociendo que “estamos juntos en esto”.
¿Cuáles son las diferencias entre comunicar y tener una conversación consciente?
Quizá crees que tu familia sabe perfecto a qué te dedicas y lo que está pasando en tu mundo, y en cierta medida puede que tengas razón, pero si no te sientes libre de integrar estos dos mundos, seguro no lo has hecho como te propongo.
Al comunicar estás solo contando algo y estás desconectando tus emociones de los hechos; pero cuando tienes una conversación consciente con los tuyos hay algunos ingredientes que no pueden faltar:
Vas a ser vulnerable y podrás explicar las emociones que hay detrás de tu trabajo, proyecto o meta; cómo te sientes, qué significa para ti lograr algo, qué te preocupa o te da miedo, por qué te sientes ansioso, etc. Al comunicar de esta manera, lo que logras es involucrar a otros en tu proceso desde lo emocional y no solo desde lo racional.
Ajustarás las palabras con las que explicas tus dinámicas profesionales, simplificando y tropicalizando de manera que sea apropiado y entendible para niños, adolescentes o adultos que no están en tu industria. Cuando haces esto simplificas las cosas en tu mente y permites que tu vida profesional deje de verse tan distante para otros.
Compartirás la “visión” que te motiva. Todo lo que quieres probablemente lo planeas compartir con algunas personas, desde los logros efímeros hasta los monetarios; asegúrate de que los tuyos saben que al apoyarte están logrando que esa visión se materialice.
Todo esto nos permite poder recibir esa llamada en medio de la película que estamos viendo en familia y que todos gustosamente le pongan pausa y entiendan tu mundo, de manera que puedes ser quien eres sin seguir tratando de dividirte, sin culpas y sin excesos.
Por último, toda tu honestidad interior ante estas preguntas te ayudará a guiarte en los momentos donde las prioridades no están claras aún en tu mente y corazón:
1. ¿Esto puede esperar?
2. ¿Qué es lo que más me nutre en este momento?
3. ¿Necesito explicar mi circunstancia para traer contexto a mi estado anímico?
4. ¿Estoy presente?
No dejes de querer lo que quieres, solo aprende a comunicar, muestra tu vulnerabilidad y no solo podrás lograr todo lo que te propongas sino que elevarás tus relaciones más importantes.
Con amor, Esther Iturralde
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